En los laboratorios, en las aulas, en el análisis sereno de datos o en las largas noches frente al microscopio, se cultiva una forma particular de liderazgo: uno que se basa en el conocimiento, en la búsqueda de respuestas y en el compromiso con el bien común. Hoy, más que nunca, las instituciones pueden beneficiarse de esa forma de pensar y de actuar. Es momento de abrir nuevas oportunidades para que científicas y científicos contribuyan con su experiencia en la vida pública.
Los retos que enfrentamos como sociedad —en salud, medio ambiente, tecnología y desarrollo social— son cada vez más complejos. Y en ese contexto, la toma de decisiones informadas y responsables cobra una relevancia central. Integrar el pensamiento científico en los espacios estratégicos de liderazgo no es solo deseable, es una necesidad .
Históricamente, el quehacer científico ha sido valorado en lo técnico, pero pocas veces considerado para el diseño de políticas públicas. Sin embargo, la experiencia reciente nos ha recordado con claridad algo que en el ámbito académico siempre se ha sabido: la ciencia tiene mucho que aportar en la construcción de instituciones sólidas, resilientes y equitativas.
Esto implica también una evolución desde la propia comunidad científica: necesitamos liderazgos comprometidos con la colaboración, con la apertura al diálogo interdisciplinario, con la ética y con la inclusión. Liderazgos que entiendan que el conocimiento es una herramienta poderosa cuando se pone al servicio de la sociedad, y que asuman con humildad la responsabilidad que ello conlleva.
En universidades, hospitales, centros de investigación y áreas de gobierno, existen ya múltiples ejemplos de liderazgos científicos que han generado impacto positivo. Nuestro reto ahora es visibilizar estas experiencias, generar condiciones para su fortalecimiento y promover su participación en espacios de decisión más amplios.
La ciencia no debe limitarse al laboratorio o a las publicaciones especializadas. Su lugar también está en la gestión de políticas educativas, en la atención a la salud pública, en el diseño de estrategias de desarrollo sustentable y en todos aquellos ámbitos donde el conocimiento puede marcar una diferencia.
Es momento de aprovechar el talento de científicas y científicos que desean sumar, que están dispuestos a colaborar y a dialogar con otros sectores. De construir puentes entre el conocimiento y las decisiones que transforman vidas.
La ciencia, cuando se conecta con el liderazgo institucional, no solo explica el mundo: también puede ayudar a mejorarlo.