Durante el fin de semana se intensificó la guerra entre Israel e Irán, y Estados Unidos entró en el conflicto atacando los búnkeres nucleares de Irán, incrementando los riesgos de una renovación de la actividad terrorista en contra de bases militares norteamericanas e instalaciones. Ello eleva la posibilidad de escalamiento de la guerra. Por su parte, los países miembros de la OTAN acordaron un incremento del 5% en gasto en defensa.
Esta escalada militar ha provocado un incremento en el precio internacional del petróleo. El West Texas Intermediate ahora ronda los $74 dólares el barril y el Brent los $75 dólares, y los fletes de los buques petroleros se han incrementado un 90 por ciento.
También se ha incrementado la volatilidad en los mercados financieros ante la incertidumbre en el panorama mundial, lo que provoca que los inversionistas busquen refugio en el dólar, el oro y los Bonos Soberanos de Suiza, que son activos de refugio. El oro se encuentra alrededor de los tres mil 700 dólares la onza, y el precio del dólar se ha incrementado, por lo que casi todas las divisas pierden terreno mientras que las bolsas de valores en Europa muestran pérdidas.
Por su parte, el Parlamento de Irán ha pedido cerrar el estrecho de Ormuz en el Golfo Pérsico, estrecho por donde pasa el 20% del petróleo mundial y el 30% del gas natural licuado. A través de dicho estrecho pasan buques que provienen de Irán, Iraq, Kuwait, Arabia Saudita, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos, que de concretarse podría llevar el precio del barril del petróleo por arriba de los 100 dólares según diversos analistas, y si dicho bloqueo se prolonga por meses, podría llegar a variar entre los 150 y 200 dólares. También se impactaría el precio del gas.
El aumento del costo de la energía se trasladaría al precio de los combustibles, impactando el precio del trasporte, la electricidad y los derivados de petróleo; ello intensificará la inflación a nivel mundial, frenando el crecimiento económico, aumentando el desempleo y provocando una recesión, especialmente en Europa y Asia. Empresas y familias enfrentarían mayores dificultades económicas, pero también los gobiernos ante la disminución de la recaudación de impuestos y las necesidades de incremento del gasto energético, social, de infraestructura y de seguridad.
Los bancos centrales tendrían que reaccionar subiendo su tasa de interés de referencia, por lo que todas las tasas de interés bancarias subirían, encareciendo el crédito, disminuyendo el consumo y la inversión productiva.
El impacto más severo sería en las economías de Asia: China, India, Japón, Corea del Sur, que dependen fuertemente del petróleo, y que sin embargo son las economías que presentan las mayores tasas de crecimiento a nivel mundial con excepción de Japón y que, de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, tienen las mejores perspectivas para este 2025 y 2026 con excepción de Japón.
México también se vería impactado, ya que importa el 72% del gas natural y alrededor del 55% de la gasolina, principalmente desde Estados Unidos; ello nos hace muy vulnerables a los cambios en los precios internacionales de estos insumos, sin contar con los efectos de la guerra comercial y la aplicación de aranceles por parte de Trump, los problemas internos con respecto a la inseguridad, el Estado de Derecho y el repunte inflacionario.