Pecaríamos de inocentes si aceptáramos a pie juntillas que lo informado por los gobernantes siempre tiene un anclaje en la realidad. Y seríamos más que inocentes, si pensáramos que sus dichos refieren a la totalidad del conocimiento que tienen sobre un suceso determinado. Los decires de la clase gobernante están repletos de verdades a medias, de mentiras “necesarias”, de dobles discursos, de puntos suspensivos, de claroscuros, que dejan siempre la sensación en la comunidad de que no nos cuentan la historia completa. Afortunadamente, más temprano que tarde conocemos el verdadero rostro del acontecimiento que los gobernantes tratan de maquillar o peor aún, ocultar.