En el sexenio anterior, bajo el mandato de Andrés Manuel López Obrador, se eliminó el programa del Seguro Popular, que fue una política pública que cubría a todos los habitantes del país que no contaban con un esquema de salud y sin duda fue exitoso, por supuesto con áreas de oportunidad, pero que cumplía con su objetivo. Así, pasamos al esquema de que dio vida al Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI) con la intención de mejorar la prestación de este imprescindible servicio que es obligación del Estado mexicano, arguyendo que en el pasado este esquema solo sirvió para enriquecer a la elite que lucraba con el monopolio de medicamentos y era un nido de corrupción, mismo que terminaría por decreto.
Sin embargo, el experimento no terminó con la corrupción, desprotegió a millones de personas y agravó la crisis de abastecimiento de medicamentos a lo largo y ancho del territorio nacional. El fracaso del INSABI costó al erario público, algo así como doscientos veinte mil millones de pesos por año durante los cinco años de vida que tuvo, pero el costo monetario parece ser el menor, frente a la pérdida de vidas humanas, de la baja en la cobertura y de una política pública que nos retrasó al menos una década. Solo por poner un botón de muestra está el caso de la cobertura en vacunación infantil que tiene hoy al sistema de salud nacional en jaque por el resurgimiento del sarampión, lo que nos lleva a mediados del siglo pasado, o la falta de medicamentos oncológicos particularmente para la niñez, que reclaman todos los días los desesperados padres y madres de familia y que explica con detalle Alejandro Barbosa, dirigente de Nariz Roja.
Menudo entuerto le heredó AMLO a la presidenta Claudia Sheinbaum, que hace malabares para no cargar contra su antecesor y tratar de paliar la escasez de cobertura y de medicamentos. Sin embargo, el panorama es sombrío y no se necesita ser economista para imaginar que el gasto público no ajusta para todo. El gasto en programas sociales, irremediablemente, “se come” la mayor parte del presupuesto social y acaba mermando el gasto en salud o educación, y las perspectivas económicas mundial y nacional no parecen ser las más favorables.
Sin duda existe un monopolio mundial en el tema de los fármacos. Sin duda es un sector proclive a actos de corrupción, aprovechando la necesidad de las personas dolientes, pero también no hay duda de que las estrategias de la 4T no han sido las adecuadas para atender el problema. El mayor éxito del actual régimen es haber hecho a la industria de las farmacias particulares el sector que más atiende a la población mexicana ante la limitante de acceder con eficiencia al sector de salud público.