Ante la gravedad de las inundaciones, las voces de oposición hacen oír una petición: que regrese el Fondo de Desastres Naturales, conocido como Fonden. ¿Aceptará la presidenta no el retorno de este fideicomiso, sino al menos atender la propuesta? Lamentablemente, al abordar el tema sentenció ayer mismo que “quien defiende el Fonden, defiende la corrupción”. Es una percepción injusta, por decir lo menos.
Dados los antecedentes de Claudia Sheinbaum Pardo, se entiende su postura. El solo gesto que admitiera la posibilidad de considerar la reincorporación del Fonden, significaría una ruptura con su jefe político, el ex presidente Andrés Manuel López Obrador. Incluso entre muchos de sus cercanos este distanciamiento es deseado, pero la presidenta no se lo permite; como dijera el clásico, no toca a López Obrador ni con el pétalo de una duda.
Sabiendo que mientras la presidenta Sheinbaum se obliga a sí misma a mantener la veneración a Andrés Manuel López Obrador y no externa ni siquiera una duda sobre las decisiones que él tomó mientras fue presidente (aunque hay pruebas de que cometió errores garrafales), se puede revisar si el Fondo de Desastres Naturales fue de verdad, un agujero de burocracia y corrupción.
En pocos renglones: se creó en el año 1996 bajo la figura legal de un fideicomiso público federal. El uso específico de estos recursos era muy claro: en casos de desastre natural, se utilizaban para auxiliar a la población afectada y reconstruir la infraestructura dañada.
Se le dotaba de recursos económicos cada año, como parte del paquete presupuestal del gobierno federal. Al iniciar el siglo, en 2001, se le asignaban 500 millones de dólares por año y después de varios presupuestos con reducción, el Fonden recibió desde 2011, 833 millones de dólares en cada presupuesto anual. El fideicomiso llegó a acumular hasta 130 mil millones de pesos.
Naturalmente, había reglas de operación y de todo el país se recibían solicitudes cuando ocurrían tormentas, terremotos, inundaciones, incendios.
En el año 2021, siendo presidente Andrés Manuel López Obrador y con el aval de la mayoría de Morena y aliados en la Cámara de Diputados, se aprobó su extinción junto con otros 109 fideicomisos. El ex presidente alegó que el Fonden se usaba como “caja chica” y además, declaró que eran tiempos de austeridad.
Naturalmente, los desastres no se han detenido.
Pero ahora, destinar recursos económicos a cualquier eventualidad depende de la presidencia, que gira instrucciones a la Secretaría de Hacienda y lo justifica con los reportes de Protección Civil.
El argumento es que esto es más ágil. Pero también le otorga el control al presidente (o a la presidenta).
Si hubo malos manejos, como lo argumentó el ex presidente López Obrador, nunca se sancionó a nadie.
Otra vez, una herencia del primer piso, al segundo piso de la transformación.
Pero la presidenta no aceptará el cambio, aunque parezca razonable.