En Jalisco, tres presidentes municipales viven bajo protección estatal. Tres. Lo confirmó el gobernador Pablo Lemus esta semana. Es un síntoma grave: la autoridad local se ha vuelto un blanco en medio del fuego cruzado entre crimen organizado e indiferencia institucional y por ello, en muchas regiones del país no se gobierna “a secas”, se gobierna con miedo.
El caso de Teocaltiche lo ilustra con crudeza. En menos de un mes —entre abril y mayo de este año— fueron asesinados su secretario general, una regidora, su director de seguridad y cuatro policías; otros cuatro continúan desaparecidos. Siete servidores públicos muertos en un mismo municipio, once vidas truncadas en una misma geografía donde la pregunta es ¿quién manda realmente?
Hace unas semanas, en el contexto del informe de gobierno de Claudia Sheinbaum, entrevisté —junto con otros compañeros— a Omar García Harfuch. Dijo algo que hoy resuena: la base de la seguridad son los municipios, porque son el primer contacto con la ciudadanía y el punto donde se conoce el contexto real de la inseguridad. “Hay que fortalecer a las policías municipales”, insistía. Pero ¿cómo hacerlo cuando las corporaciones enfrentan déficit de personal, salarios bajos y armamento insuficiente?
Hasta hace unos años los municipios contaban con programas federales como el Subsemun, más tarde Fortaseg, creados para profesionalizar y equipar a las policías locales. Sin embargo, el Fortaseg fue eliminado del Presupuesto de Egresos de la Federación en 2021 sin un sustituto equivalente. Los gobiernos municipales quedaron a la deriva, sin fondos ni respaldo para enfrentar al crimen organizado. La política de seguridad se volvió vertical: depende de recibir —o no— elementos “prestados” de la Guardia Nacional. A veces se anuncian, a veces llegan… y muchas veces ni los ven.
Si un alcalde necesita escolta para abrir una calle o inaugurar una obra, la democracia entra en modo supervivencia. Porque en los territorios donde la autoridad se oculta tras vidrios blindados, la ciudadanía sigue esperando algo tan elemental como que alguien —a quien ellos elijan— gobierne sin temor.
La protección a tres alcaldes en Jalisco es, en el fondo, una metáfora del país: tres bajo custodia, decenas en alerta y decenas más asesinados. Carlos Manzo, alcalde de Uruapan, Michoacán; fue el más reciente.