La última encuesta publicada el miércoles pasado por Fox News nos muestra un Donald Trump en constante caída con respecto al apoyo y aprobación de la población. Tomando en cuenta todos los sectores, Trump tiene 62% de desaprobación y los legisladores republicanos en el Congreso alcanzan 63%; mientras 76% de la población tiene una visión negativa de la economía estadounidense.
Estos resultados vienen a coronar tres semanas muy complicadas para el inquilino de la Casa Blanca. Ora por los resultados electorales de la pasada jornada y la llegada a Nueva York de un alcalde migrante, musulmán y socialista como Zohran Mamdami, ora la votación republicana en la Cámara de Representantes para hacer públicos los expedientes del caso Jeffrey Epstein; ora los jueces federales bloqueando el nuevo mapa electoral del Congreso de Texas; ora el Departamento de Justicia admitiendo que la acusación formal contra el exdirector del FBI, James Comey, nunca se presentó al gran jurado completo, un error de procedimiento que debería impedir su enjuiciamiento.
Además, hay signos claros de que Trump, si bien sigue escribiendo la partitura, ya no la toca él solo, su poder ha disminuido. El ejercicio de gobierno lo ha desgastado. Ya no posee el férreo control sobre el Partido Republicano; los legisladores republicanos de Indiana y el gobierno estatal no aceptan la redistribución de distritos electorales; la Corte Suprema da señales de alerta sobre los aranceles; el Senado le dijo que no a su intención por acabar con la obstrucción parlamentaria que exige 60 votos para aprobar la mayoría de las leyes; y su base MAGA lo enfrenta porque está molesta por la propuesta de hipotecas a 50 años y las visas H-1B.
De cara a este escenario complejo, Trump decide ir por partes y toma primero el asunto migratorio. A media semana defendió las visas para trabajadores altamente calificados y afirmó que los estadounidense no tienen los conocimientos necesarios para ocupar ciertos puestos de trabajo. Ahora ha comenzado a mirar la migración “ilegal” como necesaria para la económica de la Unión América, estas declaraciones abonan al enfrentamiento con su base MAGA.
La base más conservadora del trumpismo sigue esperando que la Casa Blanca apriete aún más a la población migrante y se recrudezcan las leyes antimigrantes, pero lo que han encontrado, debido a las presiones políticas en otros frentes, es que Trump ha decidido a querer o no, al menos en el discurso, matizar sus afirmaciones con respecto a la migración “indocumentada”.
A punto de entrar al año electoral, en el Congreso sigue sepultada una posible discusión para una reforma migratoria, frente a ello el presidente se encuentra en un callejón con una estrecha salida: continúa persiguiendo migrantes por doquier o le abre la puerta a la mano de obra “poco o mucho calificada”, lo que implicaría recibir a miles de migrantes o bien dejar de expulsar a quienes ya forman parte del tejido social estadounidense y aceitan la maquinaria económica. Este escenario lo está llevando a incrementar el choque con su base MAGA, lo cual puede tener un impacto negativo en las elecciones intermedias de noviembre próximo.
Existe otro frente que debe atender: la industria tecnológica que, según Trump, no podrá crecer como él prometió sin la llegada de mano de obra altamente calificada. Este sector es uno de los que más ha utilizado las visas H-1B con usuarios como Amazon, Microsoft, Meta, Apple y Google. Dichas empresas han contribuido generosamente desde la campaña presidencial, hasta la remodelación del Ala Este de la Casa Blanca, pasando por los eventos de toma de posesión el 20 de enero. Todo ello tiene un precio que el republicano debe pagar.
Sin duda, el tema migratorio ha generado encuentros, desencuentros y encontronazos entre Trump y los diferentes sectores de la población sean o no migrantes. Esta situación no estaba en el guion que se leía y seguía a pie juntillas a principios de año.